San Millan de la Cogolla

Bueno después de estos tres largos días, estoy vivita y entera. Cuando me decidí a ir a está larga marcha no sabía que estaba planteado como que fuesen unas etapas del Camino de Santiago pero por montaña, o sea, con la casa a cuesta, y si hicimos las rutas como el camino pero adaptado a nuestro grupo, coche escoba, avituallamiento (vermouth para recuperar fuerza) Delicatessen de doña Rosita y final de etapa con premio (Níscalos, con salsa de Valvanera) preparados por el famoso chef Don Celes y su ilustre aprendiz la señorita Elena.

Las rutas fueron duras, bellísimas y extrañas, las empezábamos seis, las terminábamos 5 y algún día salía a recibirnos la santa campaña para guiarnos hasta nuestra morada.

Las noches las adaptamos al gusto de todos, masajistas, corales, salones con marineros, clausura, relaxing cup of café con leche, recogida de hojas para su estudio, magos, solo nos faltó la tv pero lo subsanamos con videos caseros que hicieron las delicias de grandes y pequeños.

A la última etapa se nos unieron Conchi y Espe, todas frescas y lozanas, muy chulitas ellas y el último impulso lo hicimos gracias a las rogativas de Jesusón ( por favor, por favor, por favor... unos huevitos con chorizo.... por favor.)

Tres días que han sido estupendos, una muy buena convivencia, que no siempre es fácil, creo que nos hemos conocido un poquito más, yo los he disfrutado muchiiiiiiisimo y muy a pesar de alguno salí de casa siendo la Señora Conce y llegué siendo la Señorita Conchi, cosas de la naturaleza.

Bueno, mi perspectiva sobre éstos días puede ser diferente al resto del grupo, pues lo he vivido de otra manera, al ser el conductor del coche- escoba, motivo que no me impide tener unas agujetas descomunales por intentar compartir el mayor tiempo posible con mis compañeros de fatigas en las salidas y volver corriendo al coche.
Para mi, la zona del monasterio de Valvanera fue toda una sorpresa, y muy agradable, al no conocerla. De las que deseas volver. El monasterio, sus instalaciones y sus gentes me hicieron más agradable la estancia, pese al filete de alpargata de la cena y los sobados caducados del desayuno. Su licor, acompañado con una setas, magnífico.
Al esperar a mis compañeros de rutas y comprobar que la noche se venía encima, procedí, frontal en ristre, a su búsqueda ( frontal de los chinos NO, Jesús, que no alumbra nada), preparando una bienvenida a las chicas digna de la noche de las brujas de Jálogüin, que recordarán por mucho tiempo. Espero que la tecnología me permita plasmar los documentos gráficos que pude registrar. Juntos, regresamos al convento donde nos espera una reconfortante ducha y una cena, sin más. Luego nos decidimos a hacer algo nuevo, nunca hecho en la historia del monasterio: cocinar en sus soportales una suculentas setas al estilo Valvanera. Sobre las 11 de la noche, después de apagarnos las luces los frailes dado el ruido que hacíamos, recenamos, esta vez las suculentas setas. De diez. No hizo falta ni fregar la sartén.
El sábado parte la segunda ruta, Valvanera- Ezcaray, y procedo a acompañar a la tropa un rato para, después, retroceder corriendo para llegar a tiempo a la visita guiada del conjunto monástico. Nos impregnamos del magnetismo y la tranquilidad de la zona para ir, poco a poco, al punto de destino del día. Elena y yo salimos a su encuentro, haciendo juntos un maravilloso recorrido montañero que acabó a los 1700 metros de altura. No lo olvidaré en la vida. Gracias, Elena. Llegados al albergue de Ezcaray, después de acondicionarnos y tomar unos caldos, nos acercamos al próximo pueblo de Zorraquín, para hacer una estupenda cena con licores espirituosos incluídos. Después de confortar el estómago y el espíritu nos retiramos a nuestros aposentos, unos a descansar, y otros, a buscar un jabalí suelto. Cada loco con su tema.
El domingo recibimos la agradable visita de Conchi y Espe, que nos acompañaron en la última etapa, Ezcaray- San Millán de la Cogolla. Yo les acompañé hasta la aldea de Turza y regresé a por el coche. La compañía, de lujo. Echo mucho de menos estos momentos y los saboreo con gran intensidad. Pronto, mis compañeros reclaman mis servicios para poder comer con ellos en el pueblo de Pazuengos donde nos zampamos dos huevos fritos con chorizo como Dios manda. Bueno, eso y banderillas, setas ( que cocinamos la víspera), jamón, queso, salmón..... Después de tan suculenta comida, el grupo sigue camino. Espe nos premia con su agradable compañía en el coche escoba. Después de recibir las sabias instrucciones de un anciano del lugar, nos dimos cuenta que, desde Pazuengos hasta San Millán, punto final de la ruta, por carretera dista unos 40 km. y por " pistas recién hechas", no más de 7. La elección es fácil, procediendo a internarnos en la " demanda profunda" por unos caminos de cabras, barrizales, fangales , que para sí quisieran los mejores rallies del mundo. Las pasamos putas no, reputas. Cuando, por fin, después de 11 km y más de una hora, llegamos al asfalto, alguna lagrimilla se escapó, no sé si de alivio, de angustia o de pena por haber terminado tan bella aventura ( como coja al abueleteee). Ya sólo nos queda esperar a los andarines que, poco a poco, van apareciendo por el pueblo, cansados pero muy felices.
He disfrutado enormemente de la naturaleza, del paisaje, del excelente clima y, por supuesto, de una compañía de excepción. Gracias a todos por tan maravillosos días.

Creo que no queda nada por contar, la última etapa que es la que yo hice fué muy bonita y la segunda parte realizada al sprint, se ve que los huevos con chorizo dan mucha energia.
Lo pasamos muy bien y con muy buen ambiente.
El domingo continuamos.