En torno a la Presa de Alba--- Esta excursión es una de las más atractivas que pueden encontrarse en un radio de 40 kilómetros de la ciudad de Burgos. Se trata de una ruta circular en la que podemos encontrar un desfiladero, un embalse, hayedos, un pueblo abandonado. Se accede a Villafranca-Montes de Oca saliendo por la carretera N-120, Burgos-Logroño, donde en apenas 35 minutos, y tras bajar el puerto de la Pedraja y, antes de entrar en Villafranca, tomamos un desvío a mano derecha que nos dejará en la ermita de Nuestra Señora de Oca. Ésta se halla en un área recreativa frecuentemente utilizada y en las campas anexas aparcamos el coche. Comenzamos la ruta caminando en dirección contraria a Villafranca, siguiendo el río Oca, que pasa junto a la ermita. Nada más comenzar, nos topamos con la fuente de San Indalecio, un pequeño estanque donde dice la leyenda que fue martirizado el santo. Seguimos caminando en dirección a las peñas que se divisan al fondo, siempre dejando el río Oca que fluye a nuestra derecha. En apenas un diez minutos, llegamos a la entrada del desfiladero, una pequeña garganta encajonada tallada por el río Oca entre grandes paredones que desemboca sin posible salida en el muro de la presa, unos trescientos metros aguas arriba. La presa fue inaugurada en 1996. El paseo a través de la garganta es fácil y podemos divisar fácilmente buitres y otras aves. Sobre nuestra cabezas, quedan numerosas oquedades en las paredes. Ya a la vista del muro de la presa, que nos cierra la perspectiva totalmente, el río está canalizado porque no es más que el desagüe de la presa. Llegamos al muro y subimos por una larga escalinata que asciende por el lado derecha de la presa. Arriba, nos plantamos en la misma orilla del embalse. Desde aquí, pudiéramos continuar junto a la orilla del embalse, pero el terreno es blando y hay mucha vegetación, con lo que es mejor continuar cuesta arriba por la carretera de acceso a la casa del embalse. En su punto más alto, hay un ensanche donde aparcan los coches y se goza de las mejores perspectivas de la presa y su entorno, bastante modificado desde el represamiento del río casi dos décadas atrás. Desde allí mismo, baja un camino que nos lleva de nuevo hacia la
orilla del embalse. Por él, solo nos queda caminar dejando las aguas a nuestra izquierda por una cómoda pista. El recorrido es ameno, ya que es fácil encontrar aves acuáticas sobre las aguas, así como buitres, milanos y otras aves sobrevolando las peñas y alturas que nos flanquean a nuestra derecha. Sobre uno de los riscos, se emplazó el castillo de Alba, hoy desaparecido. Transcurrido un cuarto de hora, a nuestra derecha se ensancha el valle subiendo una vaguada. Un cartel nos indica que a unos 200 metros se hallan las ruinas del despoblado de Alba. Éste se despobló a mediados del siglo XX (ver libro "Los pueblos del silencio" de Elías Marcos Rubio) y dio nombre a la presa cuando ésta se inauguró. Aún son perceptibles sus restos, muros, antiguo lavadero, cada vez más engullidos por la maleza y la hiedra. Sin duda, un lugar emotivo y más aún en otoño que es cuando lo visitamos. Desde las ruinas de Alba, volvemos al camino y continuamos. El sendero asciende y se introduce en un pequeño hayedo, así que caminamos bajo enormes hayas hasta llegar a unas peñas por donde continuamos, dejando atrás ya el embalse. El sendero, continua un poco más hasta un punto en que desciende hasta el naciente río Oca. Atravesamos fácilmente por unas piedras el río. Nos encontramos en la cabecera del embalse que forma un pequeño desfiladero donde se encajona el río. El nacimiento del Oca se produce muy cerca de aquí. El sendero, continua por una ancha pista y asciende fuerte. En apenas diez minutos, nos encontramos de nuevo a la vista de las aguas del embalse, que queda a nuestra izquierda abajo. El camino, siempre señalizado, va rodeando el embalse atravesando solitarios parajes. Desde aquí surgen caminos poco frecuentados que se adentran en los Montes de Oca hacia los pueblos de Rábanos y Garganchón. Llegados a un cruce bien señalizado, nos indica que a la izquierda nos acercaríamos a Somoro, una enorme peña que se asoma sobre el embalse, y a la derecha Villafranca. Tomamos este último y enseguida nos introducimos en un pequeño hayedo que desciende hasta la orilla
del río. Un pequeño puente nos deja de nuevo en la campa junto a la ermita donde hemos dejado el coche.
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orilla del embalse. Por él, solo nos queda caminar dejando las aguas a nuestra izquierda por una cómoda pista. El recorrido es ameno, ya que es fácil encontrar aves acuáticas sobre las aguas, así como buitres, milanos y otras aves sobrevolando las peñas y alturas que nos flanquean a nuestra derecha. Sobre uno de los riscos, se emplazó el castillo de Alba, hoy desaparecido. Transcurrido un cuarto de hora, a nuestra derecha se ensancha el valle subiendo una vaguada. Un cartel nos indica que a unos 200 metros se hallan las ruinas del despoblado de Alba. Éste se despobló a mediados del siglo XX (ver libro "Los pueblos del silencio" de Elías Marcos Rubio) y dio nombre a la presa cuando ésta se inauguró. Aún son perceptibles sus restos, muros, antiguo lavadero, cada vez más engullidos por la maleza y la hiedra. Sin duda, un lugar emotivo y más aún en otoño que es cuando lo visitamos. Desde las ruinas de Alba, volvemos al camino y continuamos. El sendero asciende y se introduce en un pequeño hayedo, así que caminamos bajo enormes hayas hasta llegar a unas peñas por donde continuamos, dejando atrás ya el embalse. El sendero, continua un poco más hasta un punto en que desciende hasta el naciente río Oca. Atravesamos fácilmente por unas piedras el río. Nos encontramos en la cabecera del embalse que forma un pequeño desfiladero donde se encajona el río. El nacimiento del Oca se produce muy cerca de aquí. El sendero, continua por una ancha pista y asciende fuerte. En apenas diez minutos, nos encontramos de nuevo a la vista de las aguas del embalse, que queda a nuestra izquierda abajo. El camino, siempre señalizado, va rodeando el embalse atravesando solitarios parajes. Desde aquí surgen caminos poco frecuentados que se adentran en los Montes de Oca hacia los pueblos de Rábanos y Garganchón. Llegados a un cruce bien señalizado, nos indica que a la izquierda nos acercaríamos a Somoro, una enorme peña que se asoma sobre el embalse, y a la derecha Villafranca. Tomamos este último y enseguida nos introducimos en un pequeño hayedo que desciende hasta la orilla
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